23 oct 2010

REENCONTRANDO LA FELICIDAD 9



LA LLAMADA

(POV EDWARD)

Abandoné el auto que robé cuando vi las murallas de Volterra. Corrí hacia allí, saltándolas, sin pasar por la puerta. No estaba de humor para registros, tenía prisa.

Al otro lado estaba la ciudad, con sus oscuros callejones, sus antiguas fuentes en las plazas y una castillo que no dudé que sería mi destino.

Entonces sentí mi teléfono vibrar en mi bolsillo. Alice. Dudé en cogerlo, seguramente habría visto mi última decisión y quería evitarlo… pero… ¿y si la había visto? ¿Y si tenía noticias? No había hablado con ella en días…

- Alice – dije cogiendo el móvil finalmente.

- ¡Qué diablos quieres hacer Edward! ¿Es qué acaso no pensaste en nosotros, en cómo nos afectaría? ¿Crees que Esme va a soportarlo? Ya ha estado suficiente tiempo alejada de ti para que ahora le hagas eso ¿no crees? Va a morir del disgusto… y Carlisle. ¿Tampoco pensaste en él verdad? –empezó Alice

- Alice, ya basta. Sabes perfectamente el por qué. – la corté.

- Pero Edward… no puedes estar seguro. Yo no vi que ella…

-¡Simplemente no la viste! Por eso no viste que ella murie… - me atraganté con la última palabra, sin ser capaz de terminar de pronunciarla. Esperé que hablara, pero no dijo nada. - ¿Alice? – no hubo respuesta. No la suya.

- ¿Alice que ocurre? ¿Qué estás viendo? – se oyó la voz de Jasper al otro lado de la línea. - ¿Quién es? – dijo ahora al teléfono.

- Jasper – conteste saludándolo.

- ¿Edward? ¿Eres tú?- preguntó. No había hablado con él desde que ocurrió…

- Si. ¿Qué le ocurre a Alice?

- Está viendo algo… pero no se qué es. Intenté que me dijera algo pero está completamente ausente… Es raro… se siente horrorizada, pero completamente feliz a su vez… - contestó "sintiendo" sus emociones. - ¿Alice, estás bien? – preguntó. Entonces oí como ella le cogía el móvil.

- ¡ Edward LA VI! – gritó. - ¡LA VI! ¡Lo juro que la vi! ¡La vi!

-¿La viste?

- ¡De verdad! ¡Vi a BELLA!

- ¿Dónde? ¿Está bien? – empecé mis preguntas, aliviado, aunque preocupado… ella era tan desastre…

Sentí mi corazón volver a la vida en ese mismo instante. Algo que no imaginaba que volvería a suceder. Tenía una enorme necesidad de saltar y gritar lo que sentía en ese momento.

- Tranquilo – dijo ella riendo a todo pulmón, debió haberlo visto… - De echo está perfectamente. Mejor de lo que puedes imaginar… - murmuró con una pequeña risita. – Más parecida a…

- ¿A qué Alice? ¿Más parecida a qué? - realmente estaba curioso. Y necesitava volver a verla. Ahora que sabía qué ella estaba viva necesitava tenerla conmigo, poderla abrazar.

- Bueno ya verás... - susurró.

- Alice... por favor... dime dónde está. Y con quién. Quiero estar con ella... - dije intentando que soltara algo de información.

- Bueno... ella está... AHHH - escuché gritar a Alice, y después de eso pude oír a Jazz pidiéndole qué estaba ocurriendo, o mejor dicho qué sucedería. Entonces volví a escuchar a mi hermanita. - Edward, ella está más cerca de ti de lo que puedes imaginar... y con personas que jamás... ¡CUIDADO! ¡DETRÁS TUYO!-gritó.

De pronto sentí un fuerte golpe a mi espalda y el teléfono me cayó de la mano, aún con los gritos de Alice. Yo salí disparado hacia el muro de una casa de ese callejón donde estaba. Unos fuertes brazos me cojieron desde atrás por el cuello.

No pude evitar eso, ya que no me fijé en las voces que oía en mi cabeza... estaba demasiado concentrado en la llamada de mi hermana...

Intenté deshacerme de esos brazos que no me permitían respirar. Los brazos de Demetri, uno de ellos. Había venido a verlos... pero ya quería irme. Volvía a tener una razón para vivir.

Pero justo cuando estaba a punto de sacármelo de encíma sentí un repentino dolor. El dolor más intenso que recordaba, sin contar mi transformación... pero este se le parecía enormemente. Sentía todo quemar, sentía todo quebrarse...

- Jane, es suficiente - se escuchó una voz de fondo. Una voz hermosa. Aun en el estado en el que me encontraba supe que era la voz más hermosa que jamás haya oído...

Y el dolor cesó. Tan rápido como llegó se fue, como si nunca hubiera existido.

Levanté mi cabeza para encontrarme con mi salvación. Con unos ojos que aunque eran carmesí eran los ojos más profundos que habían sin duda, y los reconocí al instante.

REENCONTRANDO LA FELICIDAD 8



8. INTENTANDO RECORDAR

Después de entrenar un poco con Félix, él me enseñaba a luchar, fui con Jane a "patrullar" por Volterra. Solamente porqué "al maestro" Aro (odiaba tener que llamerle así) le gustaba tener su ciudad bajo control. Y claro, como él no quería vigilarla... la guardia debía hacerlo.

Me gustaba ir con Jane. Ella era la única que siempre estaba dispuesta a ayudarme con mi don. El problema era su manera de ayudar. Nos sentábamos por algún bar de la zona (cuando el sol estaba oculto) y ella utilizaba su don con alguno de los humanos de las mesas de al lado. Entonces, para que dejaran de agonizar yo debía envolverlos en mi escudo. Últimamente se me daba mucho mejor, aunque ya hacía seis meses que practicaba... Por supuesto que el resto de la guardia no quería ayudarme si ella estaba de por medio...

Cuando todo el bar en el que fuimos ya estaba escudado y Jane se cansó de intentar sin éxito utilizar su don con alguno de los humanos que allí estaban, nos fuimos a pasear, esperando encontrarnos a Demetri y Heidi, que debían haber salido también.

- ¿Aún no has recordado nada? - me preguntó ella inesperadamente.

- No, nada. Ya te dije que solo recuerdo a mis padres, y solo una imagen borrosa de ellos. Me gustaría al menos poder recordar algún momento de mi vida anterior. - dije desesperanzada.

- ¿Y sabes al menos cómo se llamaban? - parecía muy interesada.

- No exactamente, aunque creo que mi padre se llamaba Charlie.

- Charlie. Ahh. - Murmuró.

- ¿Por qué lo dices?

- Es qué antes de convertirte, ya sabes, cuando estuviste inconsciente mencionaste el nombre Edward, te pregunté quién era pero no contestaste. Pensaba que quizás sería tu padre.

- Ah, ni idea, realmente no recuerdo nada con ese nombre. - dije.

En verdad, que supiera yo no conocía a ningún Edward... que recordara. Desde que me desperté no tenía más recuerdos que mis padres. Aunque también estaban unos ojos dorados. Unos ojos que me atormentaban desde el primer día como vampiro. Lo peor era no saber de quien eran, o al menos, si los había visto alguna vez...

- ¿Ocurre algo? Pareces muy desanimada. - comentó Heidi. Levanté la cabeza sorprendida. No me había fijado que estubiera ella aquí. Ni tampoco Demetri, a su lado.

- Y muy distraida, también. - añadió él. - ¿Qué estás pensando? - Esa pregunta me resultaba familiar, aunque no sabía por qué.

- Na-nada. - Contesté.

- Estaba intentando recordar algo. - respondió Jane por mí.

- Muchas gracias Jane. - dije con sarcasmo. Todos rieron. Yo no. No estaba de humor para reír. No después de haber oido ese nombre.

Y aún menos porqué hoy Chelsea traería nuestro aperitivo de la semana. Odiaba tener que terminar con la vida de alguien. Alguna persona que no tenía la culpa de estar allí, el lugar y el momento equivocados. Algun humano que no nos había hecho absolutamente nada para que terminásemos con su vida. Alguien inocente.

Cuando volví a levantar la cabeza sorprendida de que no dijeran nada, vi que estaba sola. Me apresuré a seguir su rastro, para saber la razón por la que se habían ido. El rastro llevaba a un callejón oscuro, donde solamente había cuatro personas.

Vi a Demetri, sujetando a alguien por el cuello. Estaban de espaldas a mí, pero podía ver que que su pelo era de un tono cobrizo.

Entonces el chico que Dem sujetaba cayó al suelo, gritando. Por Jane. Se estaba revolviendo de dolor por el sucio suelo del callejón, gritando. No sabía por qué, pero ver a ese vampiro de ese modo me resultó también doloroso a mí.

- Jane, es suficiente. - dije sin poder contenerme, intentando que ella parara de hacerle eso.

No me hizo caso. Y yo sabía que de nada serviría insistir con ella, por lo que escudé a ese chico, con el que sentía una proximidad que hasta ahora no había sentido.

Cuando se hubo recuperado, levantó su cabeza hacia mí, mirándome fijamente con esos ojos dorados que no podía sacar de mi mente. Los ojos más hermosos que había visto nunca, más bellos ahora que en mis recuerdos. Porqué aunque no recordaba cuando, supe que realmente los había visto antes...

REENCONTRANDO LA FELICIDAD 7




7. ARREPENTIMIENTO

Acababa de despertarme, pero no quería abrir los ojos. Me sentía observada, y podía oír alguna respiración cerca de mí.

– Debería despertarse ya. – dijo una voz femenina que no reconocía.

– Quizá no ha ido bien. – le contestó otra, que no parecía nada preocupada. Jane.

– Más te gustaría hermanita.

–No digas nada, porque sé que a ti también te molesta. – le reprendió, a lo que Alec solo pudo soltar una carcajada.

– ¿Podríais callaros por favor? – dijo la primera voz. – Creo que se ha despertado.

– Pues yo no veo que abra los ojos y saltando grite: "¡estoy despierta!"- murmuró sarcásticamente Félix.

– Te crees muy gracioso, pero se perfectamente que ahora nos está escuchando. Su corazón ya ha parado de latir, lo que significa que la transformación terminó.

Entonces oí una oleada de viento dirigida hacia mí, y al mismo instante que abrí los ojos me levanté del suelo de piedra, apartándome de una de esas capas oscuras, a un tiempo que creí imposible.

Levanté la mirada de la tela para encontrarme con cuatro pares de ojos mirándome. Entre ellos estaban los que reconocí cuando estaba en el suelo, Jane, Alec y Félix. La otra voz era de la chica que tenía una mano alzada, después de intentar tirarme la capa encima.

Era una chica alta, escultural. Tenía una sedosa melena caoba que le caía en ondas por la espalda. Pero sus ojos eran distintos que los de los demás. Eran violetas en lugar de rojos. Lo encontré extraño al principio, pero en menos de un segundo caí en la cuenta que ese debía ser el resultado cuando te ponías lentes azules teniendo ojos carmesí.

Ella me miraba sonriente, aunque calculadora. Jane parecía aburrida, al igual que Alec, y Félix simplemente estaba enojado, mirando en ese momento a la vampira de ojos violetas.

– Te lo dije, Félix, ella estaba perfectamente despierta escuchándonos. – dijo la chica intentando si éxito no reír viendo como él se enfadaba aún más.

– Heidi, ya basta. – la cortó Jane. - ¿Cómo te sientes? – me preguntó.

– Estoy bien. Pero esto es muy abrumador. – dije observando el polvo que se había elevado al levantarme.

Lo sabemos. Bueno, supongo que tendrás hambre… - susurró antes de que notara mi garganta quemar, la sentía seca. Al instante me puse las manos en el cuello, como si de esa forma pudiera aliviar esa sensación. Estaba sedienta.

– Ven, tenemos algo preparado…

La seguí cruzando esos pasillos por los que había pasado el otro día. Ahora me parecían distintos, no tan oscuros, y para nada fríos. El resto estaba detrás de mí, dirigiéndose también a la gran sala redondeada con los tres tronos.

Aro nos recibió, alegre. Me preguntó también como me sentía, y me recordó mi sed, explicándome que ahora siempre viviría con eso, pero que se podía saciar un poco… con sangre.

Entonces se empezaron a oír murmullos detrás de la puerta, y cuando esta se abrió, me llegó un perfume delicioso…

Dejé de respirar siendo consciente que ese olor solo podía ser sangre humana, y sin recordar por qué supe simplemente que no podía hacer eso. Que debía de haber otra forma… Pero mi garganta seguía quemando, más intensamente ahora que había olido ese efluvio.

Entonces observé como todos los vampiros de la sala miraban hacia la puerta, recién cerrada. Y empezaron a saltar hacia esa dirección. Yo no quería mirar, no quería ver nada de eso, por lo que cerré los ojos e intenté no oír los gritos de la asustada gente.

Cuando los gritos cesaron, aún podía oír el latido de un corazón, cercano. Noté una mano en mi brazo, y al abrir los ojos vi que Aro estaba mirándome con confusión y un gran asombro.

– ¿Cómo puedes resistirlo? – preguntó incrédulo. Yo todavía no respiraba, por lo que solamente me encogí de hombros. – Tranquila, ya puedes respirar.

Le hice caso, pero me arrepentí al instante. Podía oler ese efluvio, cerca, invitándome. Hice acoplo de todo mi autocontrol para no saltar y dejar de respirar de nuevo.

– Increíble. No entiendo absolutamente nada contigo, Bella. ¿Cómo lo soportas? – me preguntó. No contesté, no pensaba hacerlo de ninguna manera sabiendo que a la próxima no sería capaz de resistirme. – Está bien, tú lo has querido. – susurró antes de llamar a Jane.

No entendí el por qué, su don no me afectaba, por lo que lo encontré algo totalmente inútil, antes de ver como ella se acercaba arrastrando a una chica humana, que miraba todo su alrededor horrorizada.

Debía tener mi edad, era rubia, con el pelo corto y rizado por encima de sus hombros. Aro se apartó de mí, dirigiéndose a ellas, me miró cuando las alcanzó y entonces hizo algo que realmente no esperaba. Alzó su mano hacia la chica, cortándole su bronceada piel con una uña, dejando que unas gotas de sangre bajaran por el cuello de la joven.

Al momento salté sobre la chica, mordiendo su cuello y sintiendo que el fuego de mi garganta paraba. Seguí bebiendo hasta que no quedó ninguna gota en ella, y me lamí los labios ante tan exquisito sabor.

– Así se hace. – dijo Aro.

Haciendo que cayera en la cuenta de lo que había hecho.

Haciendo que me llenara de culpa por esa pobre chica, que estaba sin vida a mis pies.

Haciendo que lo odiara con todo mi ser.

REENCONTRANDO LA FELICIDAD 6



6. LA RESPUESTA

Todos me miraban, expectantes, para escuchar mi decisión. Estaba todo silencioso, solo podía escuchar mi respiración y los latidos de mi corazón.

Aro, que parecía comprender mi situación, miró un momento a Jane mientras le pedía:

-Jane, querida, informa a la chica de sus opciones y sobre las consecuencias de estas, para que le sea más fácil decidirse.

- Por supuesto, Aro. – dijo mirándolo, después se giró hacia mí – Puedes decir o SI o NO. Si dices que SI, te unirás a nosotros y formarás parte de la guardia de los Vulturis. – noté que un escalofrío me recorría el cuerpo al escuchar ese nombre. – Si dices que NO, te mataremos, porque sabes demasiado acerca de vampiros, y servirías de aperitivo para alguno de nosotros. La decisión es fácil, aunque yo personalmente preferiría que dijeras que no.

- Gracias Jane – la cortó Aro – Di, ¿cómo te llamas?

-Bella – me sorprendí por la seguridad que transmitía mi voz, cuando estaba muerta de miedo en realidad.

-Bella, aquí estarás bien. Puedes estar tranquila, nosotros te ayudaremos a acostumbrarte a esta nueva vida. No tendrás que preocuparte de nada, los vampiros se distraen muy fácilmente, créeme, es la mejor decisión que puedes tomar. A no ser que prefieras servirle de comida a Félix. – Dijo mirando detrás mío. Al girarme, vi a Félix con una enorme sonrisa en la cara, observándome fijamente con esos ojos color carmesí. – Tú decides que prefieres. – Murmuró con total tranquilidad Aro.

Estaba totalmente acorralada por esos vampiros de ojos rojos. Si al menos fuesen de color topacio…

Pensé en lo que dijo Aro de distraerse… si solo pudiera dejar de pensar en él… quizás era lo mejor realmente, pero no podía hacerles eso a mis padres…, aunque mi madre tenía a Phil… y mi padre había estado solo mucho tiempo…, no, simplemente no podía. Aunque visto de otro modo, si contestaba que no me matarían… Félix me mataría… y tampoco podría estar con ellos… y jamás sabrían otra vez de mí. Si contestaba que si al menos podría enviarles algún mensaje...

Mi mente estaba totalmente nublada por la indecisión y no podía ver otra cosa que ojos rojos y blancas sonrisas… mirara dónde mirara.

-Venga di algo… tengo prisa. – Félix estaba aún mirándome como antes y murmuró esto con malicia en su voz. – Podríamos ser buenos amigos, aunque...

-Está bien. – dije sin ni siquiera quererlo. – mi respuesta es SI.- no sabía como había dicho eso, cuando ni siquiera estaba segura, pero no había marcha atrás ya...

-Lo mejor que podías haber dicho. – respondió Aro mientras se acercaba más a mi y se inclinava como si fuera a besarme. Pero entonces noté un fuerte pinchazo en mi cuello y perdí el conocimiento...

3 oct 2010

REENCONTRANDO LA FELICIDAD 5




5. LA PROPUESTA

– Dime, ¿qué sabes?- preguntó exigentemente con su melódica voz.

– Yo… - no tenía ni idea de qué contestar, pero sabía que no podía nombrar a los Cullen, de eso estaba segura. Y aun menos sabiendo el don de esta vampira. Me moriría de arrepentimiento si llegaba a hacerles algo a alguno de ellos, no podía permitirlo. Entonces recordé como supe lo que eran… Jacob me lo dijo. – Leyendas. – Dije simplemente.

– ¡¿Leyendas? – Susurró escépticamente, pero antes de que pudiéramos decir nada más ninguna de las dos, una puerta se abrió y entro luz en la habitación. Vi que no había nada en ella, era como las mazmorras de esas películas… Jane se levantó del suelo a unos dos metros de mí. Mirando a quién había abierto la puerta.

– Felix, ya está despierta. ¿Ellos quieren verla? – había oído ese nombre, en el avión, era el último vampiro que vi, el que parecía más fuerte.

– Por supuesto que quieren verla. Es muy extraño que no puedas hacerle nada. Ni tu hermano. ¿Verdad? – dijo lo último con un tono que creí que era burla, y escuché un grito de dolor. Jane estaba delante de mí mirándolo fijamente con furia llameando en sus ojos. El grito acabó tan rápido como había empezado, ella estaba sonriendo.

– Bueno, que no sirva con ella no significa que no sirva con los demás, ya ves. – Murmuró mientras me cogía del brazo y me levantaba como si fuera una muñeca. – Levántate – ordeno inútilmente, ya que ella misma acababa de hacerlo y ya me estaba arrastrando hacia la puerta con una enorme fuerza, sentía que mi brazo no soportaría mucho más esa presión. Vi que el vampiro que había soltado ese grito tan desgarrador también se levantaba, recuperándose de lo que ella le había hecho.

Me llevaron por pasillos oscuros, hasta que llegamos a una sala redondeada más grande e iluminada. Había tres muebles de madera parecidos a tronos, en los que estaban sentados tres hombres de piel pálida que parecía muy fragil y ojos rojos, como los demás. También había más gente que hablaba demasiado bajo para que escuchara ía que eran como ellos, pero no conseguía sacar la vista de esos tres vampiros como para estar segura.

El que estaba sentado en el trono del medio, se levantó con una inmensa gracilidad y se dirigió hacia mí, mirándome fijamente, dejándome paralizada.

- Aquí está Aro. - dijo Jane con un gran respeto.

- Gracias, Jane. Este caso es muy interesante.- Respondió él, alargándome su mano. Entonces, cogió la mía y cerró los ojos como si estuviera concentrándose mucho en algo.

- Realmente increíble, no veo nada, absolutamente nada.-dijo después de estar un rato con sus ojos cerrados.- Espero que no te importe unirte a nosotros. Nos serías de gran ayuda.- susurró. No sabía a que se refería cuando decía unirse, no entendía nada de lo que decían, pero tuve el presentimiento que eso tendría que ver con lo que me había comentado Jane de transformarme.

- ¿Así que es verdad, Aro?- preguntó uno de los señores que aun estaban sentado. Tenía el pelo totalmente blanco, a diferencia de los otros dos que lo tenían negro.

- Absolutamente.-le contestó. Y después mirándome a mí dijo- ¿Quieres unirte a nosotros, a los Vulturis?-entonces esperó mi repuesta, todos la esperaron, pero mi cabeza estaba unos seis meses antes... el día de mi decimoctavo cumpleaños... cuando él me contó sobre los planes que había ideado para acabar con su vida cuando James había estado a punto de matarme, él mencionó a los Vulturis, dijo que acudiría a ellos, que eran como un tipo de realeza... los que hacían que se respetasen las normas...

No sabía que responder, no quería aceptar y ser uno de ellos. Si debía ser un vampiro quería serlo como antes imaginé, como parte de la familia Cullen. Pero eso era imposible, ahora y siempre. Pero lo peor de todo era saber que no podía negarme. Estaba rodeada de vampiros, y no podía (ni quería) imaginar lo que harían conmigo si mi respuesta era negativa. Si tan solo ellos estuvieran aquí, si solamente él lo estuviera...