3 oct 2010

REENCONTRANDO LA FELICIDAD 5




5. LA PROPUESTA

– Dime, ¿qué sabes?- preguntó exigentemente con su melódica voz.

– Yo… - no tenía ni idea de qué contestar, pero sabía que no podía nombrar a los Cullen, de eso estaba segura. Y aun menos sabiendo el don de esta vampira. Me moriría de arrepentimiento si llegaba a hacerles algo a alguno de ellos, no podía permitirlo. Entonces recordé como supe lo que eran… Jacob me lo dijo. – Leyendas. – Dije simplemente.

– ¡¿Leyendas? – Susurró escépticamente, pero antes de que pudiéramos decir nada más ninguna de las dos, una puerta se abrió y entro luz en la habitación. Vi que no había nada en ella, era como las mazmorras de esas películas… Jane se levantó del suelo a unos dos metros de mí. Mirando a quién había abierto la puerta.

– Felix, ya está despierta. ¿Ellos quieren verla? – había oído ese nombre, en el avión, era el último vampiro que vi, el que parecía más fuerte.

– Por supuesto que quieren verla. Es muy extraño que no puedas hacerle nada. Ni tu hermano. ¿Verdad? – dijo lo último con un tono que creí que era burla, y escuché un grito de dolor. Jane estaba delante de mí mirándolo fijamente con furia llameando en sus ojos. El grito acabó tan rápido como había empezado, ella estaba sonriendo.

– Bueno, que no sirva con ella no significa que no sirva con los demás, ya ves. – Murmuró mientras me cogía del brazo y me levantaba como si fuera una muñeca. – Levántate – ordeno inútilmente, ya que ella misma acababa de hacerlo y ya me estaba arrastrando hacia la puerta con una enorme fuerza, sentía que mi brazo no soportaría mucho más esa presión. Vi que el vampiro que había soltado ese grito tan desgarrador también se levantaba, recuperándose de lo que ella le había hecho.

Me llevaron por pasillos oscuros, hasta que llegamos a una sala redondeada más grande e iluminada. Había tres muebles de madera parecidos a tronos, en los que estaban sentados tres hombres de piel pálida que parecía muy fragil y ojos rojos, como los demás. También había más gente que hablaba demasiado bajo para que escuchara ía que eran como ellos, pero no conseguía sacar la vista de esos tres vampiros como para estar segura.

El que estaba sentado en el trono del medio, se levantó con una inmensa gracilidad y se dirigió hacia mí, mirándome fijamente, dejándome paralizada.

- Aquí está Aro. - dijo Jane con un gran respeto.

- Gracias, Jane. Este caso es muy interesante.- Respondió él, alargándome su mano. Entonces, cogió la mía y cerró los ojos como si estuviera concentrándose mucho en algo.

- Realmente increíble, no veo nada, absolutamente nada.-dijo después de estar un rato con sus ojos cerrados.- Espero que no te importe unirte a nosotros. Nos serías de gran ayuda.- susurró. No sabía a que se refería cuando decía unirse, no entendía nada de lo que decían, pero tuve el presentimiento que eso tendría que ver con lo que me había comentado Jane de transformarme.

- ¿Así que es verdad, Aro?- preguntó uno de los señores que aun estaban sentado. Tenía el pelo totalmente blanco, a diferencia de los otros dos que lo tenían negro.

- Absolutamente.-le contestó. Y después mirándome a mí dijo- ¿Quieres unirte a nosotros, a los Vulturis?-entonces esperó mi repuesta, todos la esperaron, pero mi cabeza estaba unos seis meses antes... el día de mi decimoctavo cumpleaños... cuando él me contó sobre los planes que había ideado para acabar con su vida cuando James había estado a punto de matarme, él mencionó a los Vulturis, dijo que acudiría a ellos, que eran como un tipo de realeza... los que hacían que se respetasen las normas...

No sabía que responder, no quería aceptar y ser uno de ellos. Si debía ser un vampiro quería serlo como antes imaginé, como parte de la familia Cullen. Pero eso era imposible, ahora y siempre. Pero lo peor de todo era saber que no podía negarme. Estaba rodeada de vampiros, y no podía (ni quería) imaginar lo que harían conmigo si mi respuesta era negativa. Si tan solo ellos estuvieran aquí, si solamente él lo estuviera...

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