
LA LLAMADA
(POV EDWARD)
Abandoné el auto que robé cuando vi las murallas de Volterra. Corrí hacia allí, saltándolas, sin pasar por la puerta. No estaba de humor para registros, tenía prisa.
Al otro lado estaba la ciudad, con sus oscuros callejones, sus antiguas fuentes en las plazas y una castillo que no dudé que sería mi destino.
Entonces sentí mi teléfono vibrar en mi bolsillo. Alice. Dudé en cogerlo, seguramente habría visto mi última decisión y quería evitarlo… pero… ¿y si la había visto? ¿Y si tenía noticias? No había hablado con ella en días…
- Alice – dije cogiendo el móvil finalmente.
- ¡Qué diablos quieres hacer Edward! ¿Es qué acaso no pensaste en nosotros, en cómo nos afectaría? ¿Crees que Esme va a soportarlo? Ya ha estado suficiente tiempo alejada de ti para que ahora le hagas eso ¿no crees? Va a morir del disgusto… y Carlisle. ¿Tampoco pensaste en él verdad? –empezó Alice
- Alice, ya basta. Sabes perfectamente el por qué. – la corté.
- Pero Edward… no puedes estar seguro. Yo no vi que ella…
-¡Simplemente no la viste! Por eso no viste que ella murie… - me atraganté con la última palabra, sin ser capaz de terminar de pronunciarla. Esperé que hablara, pero no dijo nada. - ¿Alice? – no hubo respuesta. No la suya.
- ¿Alice que ocurre? ¿Qué estás viendo? – se oyó la voz de Jasper al otro lado de la línea. - ¿Quién es? – dijo ahora al teléfono.
- Jasper – conteste saludándolo.
- ¿Edward? ¿Eres tú?- preguntó. No había hablado con él desde que ocurrió…
- Si. ¿Qué le ocurre a Alice?
- Está viendo algo… pero no se qué es. Intenté que me dijera algo pero está completamente ausente… Es raro… se siente horrorizada, pero completamente feliz a su vez… - contestó "sintiendo" sus emociones. - ¿Alice, estás bien? – preguntó. Entonces oí como ella le cogía el móvil.
- ¡ Edward LA VI! – gritó. - ¡LA VI! ¡Lo juro que la vi! ¡La vi!
-¿La viste?
- ¡De verdad! ¡Vi a BELLA!
- ¿Dónde? ¿Está bien? – empecé mis preguntas, aliviado, aunque preocupado… ella era tan desastre…
Sentí mi corazón volver a la vida en ese mismo instante. Algo que no imaginaba que volvería a suceder. Tenía una enorme necesidad de saltar y gritar lo que sentía en ese momento.
- Tranquilo – dijo ella riendo a todo pulmón, debió haberlo visto… - De echo está perfectamente. Mejor de lo que puedes imaginar… - murmuró con una pequeña risita. – Más parecida a…
- ¿A qué Alice? ¿Más parecida a qué? - realmente estaba curioso. Y necesitava volver a verla. Ahora que sabía qué ella estaba viva necesitava tenerla conmigo, poderla abrazar.
- Bueno ya verás... - susurró.
- Alice... por favor... dime dónde está. Y con quién. Quiero estar con ella... - dije intentando que soltara algo de información.
- Bueno... ella está... AHHH - escuché gritar a Alice, y después de eso pude oír a Jazz pidiéndole qué estaba ocurriendo, o mejor dicho qué sucedería. Entonces volví a escuchar a mi hermanita. - Edward, ella está más cerca de ti de lo que puedes imaginar... y con personas que jamás... ¡CUIDADO! ¡DETRÁS TUYO!-gritó.
De pronto sentí un fuerte golpe a mi espalda y el teléfono me cayó de la mano, aún con los gritos de Alice. Yo salí disparado hacia el muro de una casa de ese callejón donde estaba. Unos fuertes brazos me cojieron desde atrás por el cuello.
No pude evitar eso, ya que no me fijé en las voces que oía en mi cabeza... estaba demasiado concentrado en la llamada de mi hermana...
Intenté deshacerme de esos brazos que no me permitían respirar. Los brazos de Demetri, uno de ellos. Había venido a verlos... pero ya quería irme. Volvía a tener una razón para vivir.
Pero justo cuando estaba a punto de sacármelo de encíma sentí un repentino dolor. El dolor más intenso que recordaba, sin contar mi transformación... pero este se le parecía enormemente. Sentía todo quemar, sentía todo quebrarse...
- Jane, es suficiente - se escuchó una voz de fondo. Una voz hermosa. Aun en el estado en el que me encontraba supe que era la voz más hermosa que jamás haya oído...
Y el dolor cesó. Tan rápido como llegó se fue, como si nunca hubiera existido.
Levanté mi cabeza para encontrarme con mi salvación. Con unos ojos que aunque eran carmesí eran los ojos más profundos que habían sin duda, y los reconocí al instante.
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