
7. ARREPENTIMIENTO
Acababa de despertarme, pero no quería abrir los ojos. Me sentía observada, y podía oír alguna respiración cerca de mí.
– Debería despertarse ya. – dijo una voz femenina que no reconocía.
– Quizá no ha ido bien. – le contestó otra, que no parecía nada preocupada. Jane.
– Más te gustaría hermanita.
–No digas nada, porque sé que a ti también te molesta. – le reprendió, a lo que Alec solo pudo soltar una carcajada.
– ¿Podríais callaros por favor? – dijo la primera voz. – Creo que se ha despertado.
– Pues yo no veo que abra los ojos y saltando grite: "¡estoy despierta!"- murmuró sarcásticamente Félix.
– Te crees muy gracioso, pero se perfectamente que ahora nos está escuchando. Su corazón ya ha parado de latir, lo que significa que la transformación terminó.
Entonces oí una oleada de viento dirigida hacia mí, y al mismo instante que abrí los ojos me levanté del suelo de piedra, apartándome de una de esas capas oscuras, a un tiempo que creí imposible.
Levanté la mirada de la tela para encontrarme con cuatro pares de ojos mirándome. Entre ellos estaban los que reconocí cuando estaba en el suelo, Jane, Alec y Félix. La otra voz era de la chica que tenía una mano alzada, después de intentar tirarme la capa encima.
Era una chica alta, escultural. Tenía una sedosa melena caoba que le caía en ondas por la espalda. Pero sus ojos eran distintos que los de los demás. Eran violetas en lugar de rojos. Lo encontré extraño al principio, pero en menos de un segundo caí en la cuenta que ese debía ser el resultado cuando te ponías lentes azules teniendo ojos carmesí.
Ella me miraba sonriente, aunque calculadora. Jane parecía aburrida, al igual que Alec, y Félix simplemente estaba enojado, mirando en ese momento a la vampira de ojos violetas.
– Te lo dije, Félix, ella estaba perfectamente despierta escuchándonos. – dijo la chica intentando si éxito no reír viendo como él se enfadaba aún más.
– Heidi, ya basta. – la cortó Jane. - ¿Cómo te sientes? – me preguntó.
– Estoy bien. Pero esto es muy abrumador. – dije observando el polvo que se había elevado al levantarme.
Lo sabemos. Bueno, supongo que tendrás hambre… - susurró antes de que notara mi garganta quemar, la sentía seca. Al instante me puse las manos en el cuello, como si de esa forma pudiera aliviar esa sensación. Estaba sedienta.
– Ven, tenemos algo preparado…
La seguí cruzando esos pasillos por los que había pasado el otro día. Ahora me parecían distintos, no tan oscuros, y para nada fríos. El resto estaba detrás de mí, dirigiéndose también a la gran sala redondeada con los tres tronos.
Aro nos recibió, alegre. Me preguntó también como me sentía, y me recordó mi sed, explicándome que ahora siempre viviría con eso, pero que se podía saciar un poco… con sangre.
Entonces se empezaron a oír murmullos detrás de la puerta, y cuando esta se abrió, me llegó un perfume delicioso…
Dejé de respirar siendo consciente que ese olor solo podía ser sangre humana, y sin recordar por qué supe simplemente que no podía hacer eso. Que debía de haber otra forma… Pero mi garganta seguía quemando, más intensamente ahora que había olido ese efluvio.
Entonces observé como todos los vampiros de la sala miraban hacia la puerta, recién cerrada. Y empezaron a saltar hacia esa dirección. Yo no quería mirar, no quería ver nada de eso, por lo que cerré los ojos e intenté no oír los gritos de la asustada gente.
Cuando los gritos cesaron, aún podía oír el latido de un corazón, cercano. Noté una mano en mi brazo, y al abrir los ojos vi que Aro estaba mirándome con confusión y un gran asombro.
– ¿Cómo puedes resistirlo? – preguntó incrédulo. Yo todavía no respiraba, por lo que solamente me encogí de hombros. – Tranquila, ya puedes respirar.
Le hice caso, pero me arrepentí al instante. Podía oler ese efluvio, cerca, invitándome. Hice acoplo de todo mi autocontrol para no saltar y dejar de respirar de nuevo.
– Increíble. No entiendo absolutamente nada contigo, Bella. ¿Cómo lo soportas? – me preguntó. No contesté, no pensaba hacerlo de ninguna manera sabiendo que a la próxima no sería capaz de resistirme. – Está bien, tú lo has querido. – susurró antes de llamar a Jane.
No entendí el por qué, su don no me afectaba, por lo que lo encontré algo totalmente inútil, antes de ver como ella se acercaba arrastrando a una chica humana, que miraba todo su alrededor horrorizada.
Debía tener mi edad, era rubia, con el pelo corto y rizado por encima de sus hombros. Aro se apartó de mí, dirigiéndose a ellas, me miró cuando las alcanzó y entonces hizo algo que realmente no esperaba. Alzó su mano hacia la chica, cortándole su bronceada piel con una uña, dejando que unas gotas de sangre bajaran por el cuello de la joven.
Al momento salté sobre la chica, mordiendo su cuello y sintiendo que el fuego de mi garganta paraba. Seguí bebiendo hasta que no quedó ninguna gota en ella, y me lamí los labios ante tan exquisito sabor.
– Así se hace. – dijo Aro.
Haciendo que cayera en la cuenta de lo que había hecho.
Haciendo que me llenara de culpa por esa pobre chica, que estaba sin vida a mis pies.
Haciendo que lo odiara con todo mi ser.
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